El anciano se bajó lentamente del automóvil. La suspensión del carro no se vio afectada en lo mínimo por el peso liviano del viejo. Cerró la puerta con un esfuerzo leve y comenzó a acercarse con un paso suave hacia el establecimiento. Cada paso era un movimiento doloroso para los observadores. Sus pies, frágiles y temblorosos, se levantaban sólo centímetros del suelo, antes de acelerar algunos hacia adelante. Se quedaba quieto después de cada pisada. Respiraba una vez y preparaba el ánimo para mover el bastón. Tenía los ojos cerrados y se mordía los labios con cada esfuerzo.


Así hacía con cada paso. Se tardó una eternidad en llegar a la puerta principal. Su mano se extendió, como una rama débil azotada por una tormenta, y antes de poder agarrar el manubrio de la puerta, un galán, vestido con gabán y corbata y tres teléfonos celulares en la correa mientras hablaba por un bluetooth en la oreja, se le aceleró y empujó la puerta para entrar primero. El viejito por poco cae desplomado en la acera, si no fuese por una joven que lo sostuvo. La joven le gritó malas palabras al muchacho ejecutivo, quien la ignoró y siguió adelante con su conversación.


La señora le abrió la puerta y él le contestó con una sonrisa, una expresión parecida a la de un recién nacido. Los ojos casi cerrados y la piel arrugada de sus labios extendida de un lado de la cara al otro. La sonrisa era tierna y agradecida. Le brindaba paz y a la misma vez le decía: <No te preocupes por esos imbéciles. Cuando crezcan, se darán cuenta de que no son tan importantes como el mundo les hace creer>


La joven lo ayudó a entrar y lo acompañó hacia la barra. Ella comienza a pedir tres órdenes separadas, para sus compañeros del trabajo, pero se detiene cuando ve al viejito parado detrás de ella, casi dormido en sus pies.


Ella le señala para que coja su turno primero.


-Adelante, vaya usted primero, que yo tengo tres órdenes separadas y me tardaré un poco.


El viejo se despierta y le sonríe. Le contesta:


-Ah, bueno. Entonces, gracias por cederme el turno.


El viejito se acerca lentamente a la barra, saca de su bolsillo un pedazo de papel y le dice a la barrista:


-Hola. Me llevaré trece Mocha Frappuccino’s cuatro de ellos que sean Light blend y con dos extra shots de café, once chocolates calientes, quince Charamel Macchiato’s, cinco Cappuccino’s con leche nonfat, trece Latte’s, un posillo negro, 6 Brewed Tazo Tea’s, tres Tuna Wraps, dos botellas de agua, catorce…

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