Una colección de cuentos sobrenaturales, que no son tan sobrenaturales como nos deja entender el título. Tal vez comencé a leer esto con expectativas demasiado altas, tal vez asumí que serían tremendos, ya que las portadas están forradas de todos los premios que el autor ha recibido, y etc. A excepción de algunos pedazos interesantes, no me gusta juzgar un libro de esta manera pero no valió lo que pagué por él.
El lenguaje es complicado. Fuentes utiliza tantos detalles y comparaciones que tienden a distraer al lector de la trama. No que la trama sea algo tan increíble que se vea afectado por una distracción, o dos. Abunda demasiado en descripciones que logran, de una manera u otra, pintar un escenario pero entre los miles de detalles innecesarios y las metáforas que siempre hacen alusión a cierta parte femenina, sólo se encuentran unas historias que resultan ser simples, y hasta ordinarias. Los cuentos quieren parecer más misteriosos de lo que son. Desafortunadamente, el resultado es predecible y carece de sorpresas. Si éste era el propósito de Fuentes, pues lo logró.
Los métodos literarios utilizados se ven repetidos en varios de los cuentos y no son muchos. Más de un cuento está escrito en forma de diario, otros en primera persona, y el último en segunda. Nunca logra hacer que te envuelvas completamente en el texto. Siempre sentí que estaba leyendo. No me hizo olvidar el mundo. Lo contrario, me vi hasta brincando párrafos en ciertas partes, sin afectar la trama.
No puedo decir que veo influencias de la literatura de ciencia ficción moderna, o de los elementos sobrenaturales que tanto anuncia, aunque hace referencia a ellos. Un cuento de unos androides, que me hizo pensar: “¡Por fin! ¡Algo interesante!”, resultó ser el peor de los casos.
Admito que aunque no es el mejor libro de relatos sobrenaturales, Fuentes sí experimenta con algunos elementos de ficción, y esa experimentación es bueno verla porque puede influenciar a más escritores a querer hacerlo mejor. Lo único que pido es que por favor nunca más vuelvan a comparar una ventana con una vagina. Hay demasiadas formas mejores de decirnos que la ventana estaba abierta.
El lenguaje es complicado. Fuentes utiliza tantos detalles y comparaciones que tienden a distraer al lector de la trama. No que la trama sea algo tan increíble que se vea afectado por una distracción, o dos. Abunda demasiado en descripciones que logran, de una manera u otra, pintar un escenario pero entre los miles de detalles innecesarios y las metáforas que siempre hacen alusión a cierta parte femenina, sólo se encuentran unas historias que resultan ser simples, y hasta ordinarias. Los cuentos quieren parecer más misteriosos de lo que son. Desafortunadamente, el resultado es predecible y carece de sorpresas. Si éste era el propósito de Fuentes, pues lo logró.
Abunda demasiado en descripciones que logran, de una manera u otra, pintar un escenario pero entre los miles de detalles innecesarios y las metáforas que siempre hacen alusión a cierta parte femenina, sólo se encuentran unas historias que resultan ser simples, y hasta ordinarias.
Los métodos literarios utilizados se ven repetidos en varios de los cuentos y no son muchos. Más de un cuento está escrito en forma de diario, otros en primera persona, y el último en segunda. Nunca logra hacer que te envuelvas completamente en el texto. Siempre sentí que estaba leyendo. No me hizo olvidar el mundo. Lo contrario, me vi hasta brincando párrafos en ciertas partes, sin afectar la trama.
No puedo decir que veo influencias de la literatura de ciencia ficción moderna, o de los elementos sobrenaturales que tanto anuncia, aunque hace referencia a ellos. Un cuento de unos androides, que me hizo pensar: “¡Por fin! ¡Algo interesante!”, resultó ser el peor de los casos.
Admito que aunque no es el mejor libro de relatos sobrenaturales, Fuentes sí experimenta con algunos elementos de ficción, y esa experimentación es bueno verla porque puede influenciar a más escritores a querer hacerlo mejor. Lo único que pido es que por favor nunca más vuelvan a comparar una ventana con una vagina. Hay demasiadas formas mejores de decirnos que la ventana estaba abierta.
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