El joven se acerca al cristal. La boletera lo mira con angustia y aburrimiento.

-Dos, para Ten Thousand B.C.
-¿Cual? –dice ella, confundida.

-Diez mil B.C.

-¡Ah! Los diez mil años de Cristo…

-¿Perdón? ¿Los qué?

-La película que dijiste…

-¿Diez mil años de Cristo? –el joven mira a la boletera con una risa en la cara-. ¿Cristo vivió diez mil años? ¡Con razón la Biblia es tan larga!


Todos en la fila se comenzaron a reír de la boletera y a mofarse de la ridiculez de unos diez mil años de Cristo.


-¡Esa película debe ser bien vieja, porque todavía no han pasado diez mil años desde que vino Cristo!


Más risas, más mofas. La boletera mira a su alrededor sin saber qué decir. Sujeta los boletos del joven, inmóviles en su mano. Más risas, más mofas. Le apuntan con el dedo y se ríen. Todos en la fila se ríen, todos se dan palmadas en la espalda, todos se doblan por la falta de respiración. Los empleados al lado de ella también se ríen. Todos se ríen. Un señor cae al suelo, su mano en el pecho, tosiendo y riéndose a la misma vez. Los demás se ríen de él. Una joven cae al lado de su novio y se trata de abrir el cuello para respirar pero no puede dejar de reír. Su novio se ríe y pronto cae desplomado encima de ella. La cabeza de uno de los empleados cae sobre el escritorio, con la lengua seca y por fuera. La fila se descompone, las risas se reducen, más personas caen y los que quedan vivos vomitan sobre los cuerpos a sus pies. Se ahogan y mueren.


La boletera mira a su alrededor desierto. Los muertos están apiñados unos encima de otros, cubiertos de sangre y vómito. Las extremidades dobladas en ángulos incómodos, no tuvieron tiempo para acomodarse. Los mira y se ríe.





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